martes, 3 de marzo de 2009

Cuaresma




ACOGER LA GRACIA DE LA CUARESMA (2009)


Por S. E. Mons. Ricardo Guízar Díaz


El 25 de febrero da inicio la Cuaresma.


Llamó mi atención una frase del comentario del P. Urdieux sobre el Miércoles de Ceniza en Actualidad Litúrgica: “Si algún momento de ‘volver a empezar’ tenemos a lo largo del año litúrgico, es el que nos ofrece el inicio de la Cuaresma”.


Los cristianos “volvemos a empezar” cuando nos empeñamos en una revisión fundamental de nuestra vida como cristianos y descubrimos que se nos ha empolvado el fervor y ha crecido la cizaña del descuido en el campo de nuestra vida en Cristo; y que, por lo tanto, necesitamos “enderezar” nuestro caminar, “re-encauzarlo”.


La tarea de “enderezar” nuestro caminar cristiano se llama “Conversión”. Y la conversión empieza por un propósito: el de reconciliarnos con Dios. Es precisamente esto lo que San Pablo exhortaba a realizar a los Corintios, en el texto que escucharemos en la 2ª. lectura del miércoles de Ceniza (2 Cor 5, 20): “Déjense reconciliar con Dios”, les escribía. Y agregaba: “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”(6, 2).


Hemos de recoger animosamente esta exhortación. Que se haga nuestra tarea cuaresmal.


Nuestro Sumo Pontífice, Benedicto XVI, nos exhorta a darle un preciso contenido a dicho empeño de conversión y reconciliación con Dios: en este sentido nos exhorta, en su mensaje cuaresmal: “que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma, para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma”.


¡Qué importante es esa re-valoración de la Cuaresma, que nos inculca el Papa! Él mismo quiere motivarnos más profundamente a dicho empeño. En efecto, como insistiendo en ello, nos invita a reflexionar en que “la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador”. Así pudo “responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que ‘no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Mt 4,4). ...El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre”.


El Papa propone en especial revalorizar el significado del ayuno cuaresmal; y cita a San Agustín, que en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708).


“...El ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Y cita el ejemplo de “...los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: ‘A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos’” (3,9). “…Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios”.


El Papa hace otra importante y hermosa consideración: Después de constatar que “en nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual”..., añade: “En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no ‘vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos’ (cfr. Cap. I), valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio” (cfr. Mt 22,34-40).


Y cita a San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica, aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).


“...Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal”.


El papa concluye: “Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.


Y agrega una última motivación: “…Bien mirado, el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer ‘don total de uno mismo a Dios’ (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Y añadía: …Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en ‘tabernáculo viviente de Dios’. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica”. (11 de diciembre de 2008).


He abundado en citas del hermoso Mensaje de Cuaresma del Papa con el propósito de no dejar que pase desapercibida su riqueza y que ésta nos pueda ayudar a todos a vivir gozosa y esforzadamente nuestra preparación a la celebración de la Pascua, que a todos deseo dichosa y llena de la gracia de Dios.

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