lunes, 28 de septiembre de 2009

NUEVO COORDINADOR DE PASTORAL SOCIAL Y CÁRITAS DE TLALNEPANTLA

El pasado día 20 de agosto, el Excmo. Sr. Arzobispo Don Carlos Aguiar Retes, otorgo de palabra el nombramiento de CCORRDINADOR DIOCESANO DE PASTORAL SOCIAL Y CÁRITAS, al nuestro párroco el P. Arturo Montelongo Mercado, esto, con la finalidad de que representara a nuestra arquidiócesis en el Encuentro Nacional de Pastoral Social, celebrado en la CEM, casa Lago del 24 al 28 del mismo mes.

Don Carlos entregó por escrito su nombramiento al P. Montelongo el día 10 de septiembre dentro del marco de la primera reunión que Dn. Carlos presidió con los coordinadores de las seis comisiones de pastor
al diocesana, presentamos el texto en su integridad.

La comunidad parroquial felicata al P. Arturo por su nombramiento y lo encomienda de manera especial al auxilio y la protección de la Santísima Virgen, Ntra Sra. de las Tres Avemarias, para que lo guie en su nueva encomienda y siga mostrandose siempre solícito y atento a las necesidades de los demás, tal y como lo hace con nosotos.

Que Dios bendiga al P. Montelongo.

martes, 18 de agosto de 2009

FIESTA PATRONAL EN HONOR DE LA SANTISIMA VIRGEN

El 15 de Agosto, fiesta de la Asunción de la Santisima Virgen Maria, la comunidad parroquial celebro la fiesta patronal en honor de NTRA. SRA. DE LAS TRES AVEMARIAS. Con la administracion de los sacramentos de la Comunión y la Confirmación, los fieles de la comunidad participaron activamente en estos festejos, siempre con el corazón lleno de agradecimiento a la Santísima Virgen y con el deseo de seguir disfrutando de su auxilio maternal.

Mons. Juan Mendoza, Vicario Episcopal de la Zona V, Precidiodo la celebración Eucarística y predico a los confirmandos.



El Padre Arturo, párroco de esta comunidad proclamó el Evangelio y presento a Mons. Juan a los candidatos a la confirmación asegurando que habian sido preparados para recibir dignamente el sacramento.

LA KERMESSE PARROQUIAL

CON GRAN ALEGRIA Y AMBIENTE FALIMIAL CELEBRAMOS NUESTRA KERMESSE CON LA PARTICIPACION DEL BALET MUNICIPAL

Y QUE TAL LOS POSTRES, UNA DELICIA

MARGARITA PREPARANDO SOPES CON SALSA Y ALEGRÍA

EL PUESTO DE FLAUTAS ATENDIDO POR LA SRA. LEO Y ANGELES

COLABORADORES DEL SR. CURA ATENDIENDO EL BANCO EN LA KERMESSE


EL PUESTO DE CARNITAS ATENDIDO POR LA FAM AVILA

Misioneros Combonianos visitan parroquias de la arquidiócesis



El pasado Domingo 17 de Agosto, en el marco de los festejos de la fiesta patronal de la Parroquia de las Tres Avemarías, en Viveros del Valle; llamó la atención de los feligreses la presencia de tres Padres Misioneros Combonianos, el Padre Juan Martín Torres Alférez y dos presbíteros Centro Africanos el Padre Sylvano Songho y el Padre Clande Banard Wakouzou, quienes visitaron a la comunidad y a su párroco el P. Arturo Montelongo Mercado.
Después de Concelebrar la Eucaristía con el Sr. Cura, y de compartir la alegría de la fiesta conviviendo con los fieles, manifestaron su gran entusiasmo de estar en nuestro país, con la finalidad compartir experiencias de fe dentro de la misión y de aprender el idioma español, exhortaron a la comunidad, y especialmente a los jóvenes a que así como ellos vinieron a nuestro país a Misionar, nosotros podamos ir a diferentes países a llevar el mensaje de Dios a todos los hermanos.


Los misioneros Combonianos están en Misión en 23 países de África, 3 Asiáticos, 15 latinoamericanos y 10 Europeos; la misión Adgentes que tienen es anunciar el evangelio de Dios por medio del testimonio, llevando un mensaje de amor, reconciliación, fraternidad entre toda la comunidad.
Si a usted le interesa más información de los Misioneros Combonianos pueden encontrar información en www.comboni.org, www.esquilamisional.com

Por: Pbro. Arturo Montelongo y Lic. Tere Hernández

CELEBRACION DEL ADULTO MAYOR


El Padre Arturo Montelongo Mercado, invita a toda la comunidad a celebrar el día del Adulto Mayor el próximo Domingo 30 de Agosto con el "FESTIVAL DEL DANZON" en un ambiente familiar, con la participación de grupos parroquiales de la Tercera Edad. no faltes con tu familia.

viernes, 7 de agosto de 2009

EL AÑO SACERDOTAL, San Juan Maria Vianey




En el Marco de la celebración del Año Sacerdotal, el Excmo. Sr. Ricardo Guizar Diaz, Arzobispo Emerito, precidió la celebración Eucarística con los sacerdotes de la Zona V, dentro de la reunión mensual se zona en la parroquia de Ntra. Sra. de las Tres Ave Marías, con la participacion de 30 sacerdotes tanto de las 20 parroquias que conforman la zona, como algunos invitados especiales del P. Arturo Montelongo, párroco de esta comunidad.


El Sr. Arzobispo recalcó la celebración del Año Sacerdotal que S.S. Benedicto XVI encomendo de manera especial a San Juan María Vianey, el santo cura de Ars, y exhortó a los sacerdotes a seguir su ejemplo de imitación de Cristo en el Ejercicio Pastoral y en la atención de las almas.

martes, 9 de junio de 2009

VIGILIA DE PENTECOSTES

ADORACION AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
DURANTE LA VIGILIA DEL 30 AL 31 DE MAYO DE 2009



EL DESEO DE ESTAR JOSÉ JESÚS EUCARISTÍA E IMPLORAR LA VENIDAD DEL ESPÍRITU SANTO, MOTIVÓ AL CORO GETSEMANI A CONTINUAR CON LA VELADA AMENIZANDOLA CON HERMOSOS CANTOS

EL AMBIENTE DE ORACIÓN SE DEJO SENTIR DURANTE TODA LA NOCHE

martes, 7 de abril de 2009

Homilia

Hoy 7 de Abril de 2009, Martes Santo, celebramos en Ntra. Sta. Iglesia Catedral, la Misa Crismal, presidida por el Excmo. Sr. Arzobispo Dn. Carlos Aguiar Retes y con la presencial del Excmo. Sr. Obispo Auxiliar Dn. Francisco Ramírez, así como con Ntro. Arzobispo Emérito Dn. Ricardo Guizar Días, acompañanos por un nutido número de sacerdotes diocesanos y religiosos


Bienvenida



La comunidad Parroquial de Ntra Sra. de las Tres AveMarías y su Párroco el Pbro. Arturo Montelongo Mercado, desean dar la más cordial BIENVENIDA a su nuevo Sr. Arzobispo, Dn. Carlos Aguiar Retes, esperendo que el Señor nos lo parmita muchos años en el servicio pastoral de esta amada Arquidiócesis de Tlalnepantla.




Así mismo, agredecemos de manera muy especial al Excmo. Sr. Arzobispo Emérito, Dn. Ricardo Guizar Días, por el servicio y la incansable labor pastoral que realizó entre nosotros durante estos casi trece años, y pedimos a Nuestro Señor, le siga colmabdo de abundantes bendiciones y gracias, siempre permanecerá en nusestro corazón. Gracias Dn. Ricardo

martes, 3 de marzo de 2009

Cuaresma




ACOGER LA GRACIA DE LA CUARESMA (2009)


Por S. E. Mons. Ricardo Guízar Díaz


El 25 de febrero da inicio la Cuaresma.


Llamó mi atención una frase del comentario del P. Urdieux sobre el Miércoles de Ceniza en Actualidad Litúrgica: “Si algún momento de ‘volver a empezar’ tenemos a lo largo del año litúrgico, es el que nos ofrece el inicio de la Cuaresma”.


Los cristianos “volvemos a empezar” cuando nos empeñamos en una revisión fundamental de nuestra vida como cristianos y descubrimos que se nos ha empolvado el fervor y ha crecido la cizaña del descuido en el campo de nuestra vida en Cristo; y que, por lo tanto, necesitamos “enderezar” nuestro caminar, “re-encauzarlo”.


La tarea de “enderezar” nuestro caminar cristiano se llama “Conversión”. Y la conversión empieza por un propósito: el de reconciliarnos con Dios. Es precisamente esto lo que San Pablo exhortaba a realizar a los Corintios, en el texto que escucharemos en la 2ª. lectura del miércoles de Ceniza (2 Cor 5, 20): “Déjense reconciliar con Dios”, les escribía. Y agregaba: “Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación”(6, 2).


Hemos de recoger animosamente esta exhortación. Que se haga nuestra tarea cuaresmal.


Nuestro Sumo Pontífice, Benedicto XVI, nos exhorta a darle un preciso contenido a dicho empeño de conversión y reconciliación con Dios: en este sentido nos exhorta, en su mensaje cuaresmal: “que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma, para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma”.


¡Qué importante es esa re-valoración de la Cuaresma, que nos inculca el Papa! Él mismo quiere motivarnos más profundamente a dicho empeño. En efecto, como insistiendo en ello, nos invita a reflexionar en que “la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador”. Así pudo “responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que ‘no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’ (Mt 4,4). ...El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre”.


El Papa propone en especial revalorizar el significado del ayuno cuaresmal; y cita a San Agustín, que en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708).


“...El ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Y cita el ejemplo de “...los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: ‘A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos’” (3,9). “…Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios”.


El Papa hace otra importante y hermosa consideración: Después de constatar que “en nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual”..., añade: “En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no ‘vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos’ (cfr. Cap. I), valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio” (cfr. Mt 22,34-40).


Y cita a San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica, aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).


“...Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal”.


El papa concluye: “Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.


Y agrega una última motivación: “…Bien mirado, el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer ‘don total de uno mismo a Dios’ (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Y añadía: …Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en ‘tabernáculo viviente de Dios’. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica”. (11 de diciembre de 2008).


He abundado en citas del hermoso Mensaje de Cuaresma del Papa con el propósito de no dejar que pase desapercibida su riqueza y que ésta nos pueda ayudar a todos a vivir gozosa y esforzadamente nuestra preparación a la celebración de la Pascua, que a todos deseo dichosa y llena de la gracia de Dios.

मेंसजे दे CUARESMA


Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2009




Ciudad del Vaticano, 03 de febrero de 2009



PONTIFICIUM CONSILIUM COR UNUM


MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2009

Jesús, después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,2)




¡Queridos hermanos y hermanas!

Al comenzar la Cuaresma, un tiempo que constituye un camino de preparación espiritual más intenso, la Liturgia nos vuelve a proponer tres prácticas penitenciales a las que la tradición bíblica cristiana confiere un gran valor —la oración, el ayuno y la limosna— para disponernos a celebrar mejor la Pascua y, de este modo, hacer experiencia del poder de Dios que, como escucharemos en la Vigilia pascual, “ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos” (Pregón pascual). En mi acostumbrado Mensaje cuaresmal, este año deseo detenerme a reflexionar especialmente sobre el valor y el sentido del ayuno. En efecto, la Cuaresma nos recuerda los cuarenta días de ayuno que el Señor vivió en el desierto antes de emprender su misión pública. Leemos en el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,1-2). Al igual que Moisés antes de recibir las Tablas de la Ley (cfr. Ex 34, 8), o que Elías antes de encontrar al Señor en el monte Horeb (cfr. 1R 19,8), Jesús orando y ayunando se preparó a su misión, cuyo inicio fue un duro enfrentamiento con el tentador.

Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor. Es lo que hizo Esdras antes de su viaje de vuelta desde el exilio a la Tierra Prometida, invitando al pueblo reunido a ayunar “para humillarnos —dijo— delante de nuestro Dios” (8,21). El Todopoderoso escuchó su oración y aseguró su favor y su protección. Lo mismo hicieron los habitantes de Nínive que, sensibles al llamamiento de Jonás a que se arrepintieran, proclamaron, como testimonio de su sinceridad, un ayuno diciendo: “A ver si Dios se arrepiente y se compadece, se aplaca el ardor de su ira y no perecemos” (3,9). También en esa ocasión Dios vio sus obras y les perdonó.

En el Nuevo Testamento, Jesús indica la razón profunda del ayuno, estigmatizando la actitud de los fariseos, que observaban escrupulosamente las prescripciones que imponía la ley, pero su corazón estaba lejos de Dios. El verdadero ayuno, repite en otra ocasión el divino Maestro, consiste más bien en cumplir la voluntad del Padre celestial, que “ve en lo secreto y te recompensará” (Mt 6,18). Él mismo nos da ejemplo al responder a Satanás, al término de los 40 días pasados en el desierto, que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). El verdadero ayuno, por consiguiente, tiene como finalidad comer el “alimento verdadero”, que es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4,34). Si, por lo tanto, Adán desobedeció la orden del Señor de “no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, con el ayuno el creyente desea someterse humildemente a Dios, confiando en su bondad y misericordia.

La práctica del ayuno está muy presente en la primera comunidad cristiana (cfr. Hch 13,3; 14,22; 27,21; 2Co 6,5). También los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del “viejo Adán” y abrir en el corazón del creyente el camino hacia Dios. El ayuno es, además, una práctica recurrente y recomendada por los santos de todas las épocas. Escribe San Pedro Crisólogo: “El ayuno es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica” (Sermo 43: PL 52, 320, 332).

En nuestros días, parece que la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios. En la Constitución apostólica Pænitemini de 1966, el Siervo de Dios Pablo VI identificaba la necesidad de colocar el ayuno en el contexto de la llamada a todo cristiano a no “vivir para sí mismo, sino para aquél que lo amó y se entregó por él y a vivir también para los hermanos” (cfr. Cap. I). La Cuaresma podría ser una buena ocasión para retomar las normas contenidas en la citada Constitución apostólica, valorizando el significado auténtico y perenne de esta antigua práctica penitencial, que puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (cfr. Mt 22,34-40).

La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a acrecer la intimidad con el Señor. San Agustín, que conocía bien sus propias inclinaciones negativas y las definía “retorcidísima y enredadísima complicación de nudos” (Confesiones, II, 10.18), en su tratado La utilidad del ayuno, escribía: “Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura” (Sermo 400, 3, 3: PL 40, 708). Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración Le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. En su Primera carta San Juan nos pone en guardia: “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?” (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cfr. Enc. Deus caritas est, 15). Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co 8-9; Rm 15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cfr. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.

Lo que he dicho muestra con gran claridad que el ayuno representa una práctica ascética importante, un arma espiritual para luchar contra cualquier posible apego desordenado a nosotros mismos. Privarnos por voluntad propia del placer del alimento y de otros bienes materiales, ayuda al discípulo de Cristo a controlar los apetitos de la naturaleza debilitada por el pecado original, cuyos efectos negativos afectan a toda la personalidad humana. Oportunamente, un antiguo himno litúrgico cuaresmal exhorta: “Utamur ergo parcius, / verbis, cibis et potibus, / somno, iocis et arctius / perstemus in custodia – Usemos de manera más sobria las palabras, los alimentos y bebidas, el sueño y los juegos, y permanezcamos vigilantes, con mayor atención”.

Queridos hermanos y hermanas, bien mirado el ayuno tiene como último fin ayudarnos a cada uno de nosotros, como escribía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II, a hacer don total de uno mismo a Dios (cfr. Enc. Veritatis Splendor, 21). Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical. Con esta disposición interior entremos en el clima penitencial de la Cuaresma. Que nos acompañe la Beata Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, y nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. Con este deseo, asegurando mis oraciones para que cada creyente y cada comunidad eclesial recorra un provechoso itinerario cuaresmal, os imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 11 de diciembre de 2008



BENEDICTUS PP. XVI