(SERMON DEL PESAME)
OH VIRGEN PURA,
MADRE INMACULADA.
POSTRADOS ANTE TI,
QUE TE ENCUENTRAS CON EL CORAZON TRASPASADO.
POR TODAS Y CADA UNA DE TUS LÁGRIMAS
VENIMOS EN ESTA HORA DE DOLOR
A CONSOLAR, SI EN ALGO SE PUEDE,
EL PROFUNDO SUFRIMIENTO DE TU AMOR.
Tu vida ¡Oh Madre mía!, ha sido un constante sufrir, aun cuando la infinita misericordia de Dios te preservo de todo pecado y te otorgo el titulo de Inmaculada para que de el no sufrieras los estragos.
Por nuestros pecados te eligió por las palabras del Ángel ¡Oh llena de gracia! Sagrario purísimo en el cual abría de gestarse la salvación, la redención del corazón ingrato del hombre.
¡Alégrate!, te llamo el ángel con dulce voz,
más, que pequeño seria ese momento de alegría,
si para sufrir te había elegido el Señor.
¡Llena de Gracia! Te llamo,
pues sin tan profunda predilección
en vano habría sido el camino de tu pasión.
¡El Señor esta contigo! Rezaba el Ángel junto a ti,
para consolarte profundamente,
antes de sufrir.
No sin razón se turbo tu corazón,
ante semejante saludo,
no por el miedo natural de la aparición celestial,
sino por el profundo sufrimiento,
que a tu corazón Inmaculado
¡Oh Madre Amada! Le esperaba en el tormento.
Grandes penas tuviste que pasar,
desde el temor humano de ser por el esposo fiel repudiada,
aunque aun en el secreto, en el silencio,
por el hecho de dar vida en tu vientre consagrado,
perder la vida podías bajo las lozas de la turba embravecida,
que cumpliendo la ley todo derecho tenia
de ser juez y parte ante la denuncia probable,
del dolor causado en el corazón del amado,
al ver mancillado el vientre anhelado por él,
que en silencio también sufre por sentirse engañado.
Bendito sueño de José custodiado por aquel Ángel mensajero,
que al encuentro sale sereno,
a solicitar un hogar, el cobijo y el amparo,
para la Madre que por obra del Altísimo, el ser supremo,
ha concebido un hijo que por el será llamado;
Jesús, el ungido, el Cristo.
Sin importar la gravidez y el cansancio,
presurosa emprendiste el largo camino,
por las montañas de Judea;
para brindar el servicio a la prima que sin saberlo, prenda fue de veracidad de las palabras
del celestial visitante,
y a una con él entretejer la alabanza de gratitud y gloria.
Bienaventurada me llamaran las generaciones dijiste, aunque la buenaventura tardaría en llegar,
pues tu hijo a los discípulos enseñaría,
que para la gloria alcanzar,
la pasión hay que surcar.
El sufrimiento apenas inicia,
¡Oh Madre Amada!
Pues por la falta de un hogar,
A luz habrías de dar a un humilde pajar.
El frío refugio del establo,
las sombras de la obscuridad,
reflejan el duro y frío corazón de la humanidad.
Huir a Egipto por temor,
solo fue una temporal salvación,
pues al niño querían matar,
paro al hombre de las manos de los hombres,
no pudiste arrebatar.
Era apenas un niño de doce años,
y perdido entre el tumultuoso pueblo desbordado,
en Jerusalén,
por las fiestas de las pascuas bajo el signo de la ley.
Emprendiendo el largo viaje de regreso,
sin apenas comprender,
que aquel Niño Santo se quedo en Jerusalén.
Al regreso, fatigado el corazón de los padres angustiados,
el consuelo llegó cuando el niño apareció.
Lo encontraron enseñando el sabio don,
de ser el elegido, ante los ojos de los hombres escondido,
pero con gran expectación.
Al regreso en el hogar de Nazaret,
el tiempo cambia mientas es un menor,
pero el Niño hecho hombre,
tiene en si mismo una gran misión.
Cuando de grande al predicar,
y milagros realizar
¡Oh Madre Buena! La aflicción continuará.
Que estaba loco te dijeron
y sin el respaldo del hombre justo.
El buen José,
a buscarlo te lanzaste fuera de Nazaret,
Lo encontraste predicando y cumpliendo su misión,
pues del Padre celestial cumplía con dedicación
la voluntad manifestada,
para alcanzar del hombre la redención.
El corazón ingrato del hombre,
los ojos cegados por la ambición
a la Cruz lo condenaron sin ninguna compasión.
¡Oh Dolor de Dolores tan Grande!
Ver al hijo en la aflicción,
cargado con el pesado leño de las culpas sin amor.
Flagelado y escarnecido,
sin semblante y sin amor,
contemplaste ¡Oh Dulce Madre!
a tu hijo en el dolor.
Mas la cruz no es lo que pesa,
sino el mundo sin razón,
que a pesar de verlo muerto,
aun no comprende la misión.
Un pesebre fue su cuna,
una cruz su pedestal,
¡Oh Amada Virgen Pura!
Del consuelo celestial,
recibe la corona pura por tan profundo pesar.
Como consolarte ¡Madre Mía!
Si culpables somos de tu malestar,
pues la vida no cambiamos aunque sufres en verdad.
No podemos ¡Madre Santa!
Sino unirnos con amor,
a tan profundo dolor.
Tu corazón traspasado por la espada
te predijo aquel anciano llamado Simeón.
Hoy se cumple tal tormento,
que traspasa el corazón,
de la Madre Dolorosa y por su Hijo en Aflicción.
No podemos consolarte,
ni evitarte tal dolor,
mas permítenos ¡Oh! Madre
por tus lágrimas sufrir,
y al mundo redimir con tu Hijo en la Cruz,
pues queremos compartir
el dolor y el sufrimiento
de tan profundo tormento
y una y mil veces con el Ángel repetir.
DIOS TE SALVE MARIA,
LLENA ERES DE GRACIA;
EL SEÑOR ESTA CONTIGO,
BENDITA ENTRE LAS MUJERES;
Y BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE, JESUS.
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS,
RUEGA SEÑORA POR NOSOTROS, LOS PECADORES.
AHORA Y EN LA HORA,
DE NUESTRA MUERTE. AMEN.
Pbro. Arturo Montelongo Mercado
Parroquia de las Tres Ave Marías
Viveros del Valle, Tlalnepantla de Baz.
13 de Marzo de 2008